lunes, 22 de noviembre de 2010



¡Ojo!



Siempre que miras un OJO,



hay un OJO que te está mirando.

jueves, 16 de octubre de 2008

Uno

Y, entonces, llega el silencio y apenas nos miramos, aunque nuestros ojos están enfrentados. Poco a poco, todo se torna borroso, nos perdemos uno dentro de otro. Y es el leve roce de nuestros labios el que nos devuelve la luz. Luz que pronto se evapora en la oscuridad de nuestras bocas. De la tuya en la mía. De mi boca en tu boca. Nos hacemos daño. Y, de la misma manera que nos hacemos daño, nos perdonamos. Ya no te miro porque no te veo. Ya no me ves y, por ello, no me miras. Y no nos vemos, y no nos miramos porque somos uno. No uno tú. No uno yo. Uno tú y yo. [...] Y tú y yo vamos volviendo a ser dos. Pero no dos como antes éramos tú y yo. Si no dos que han sido uno. Dos que quieren seguir siendo uno. Y volvemos a mirarnos. Yo veo algo de mí en tus ojos. Tus ojos se ven en los míos. Porque hemos sido uno. Uno tú y yo. Y sin decirnos nada, nos prohibimos decir tú y yo, ¿por qué no ser nosotros? Nosotros, que fuimos uno. Y uno mira al otro y, entonces, nos miramos nosotros.

martes, 3 de junio de 2008

Entre tú y el mar

Viene

Vienes

Va

Tú y el mar venís. El mar y tú os vais.

Viene

Vas

El mar viene y moja mis desnudos pies. El mar se va y los deja desnudándose de nuevo.

Vienes

Va

Tú vienes y llenas de ti mi desnuda cabeza. Te vas y la dejas desnudándose de nuevo.

Vas

Vienes


Viene

Y entre mis pies y mi cabeza yo. A medio vestir, a medio desnudar.
Porque todo viene y todo se va.


Va

Vas

viernes, 25 de abril de 2008

En el anonimato


Salió de casa dispuesto a encontrarle. Estaba harto de leer, ver y escuchar obras firmadas por un tal Anónimo y, por ello, se echó a la calle.
Comenzó recorriendo plazas y calles de Madrid, con su aspecto de hombre refinado y solitario que acaba de encontrar el sentido de su existencia. Al ver que su esfuerzo no daba fruto decidió ampliar su búsqueda a cafés, tabernas y bares de la ciudad. Allí dónde iba realizaba las mismas preguntas y siempre era objeto de las mismas miradas de perplejidad, sólo que en distintos ojos cada vez.
Enseguida empezó a sentir que también él estaba siendo perseguido por alguien y, cuanto más insistente era su búsqueda, más fuerte era ese sentimiento.
Pasaron semanas, después meses e incluso años y todo continuaba igual. Él seguía y a él le seguían.
Nunca cesó aquella búsqueda. Nunca averiguó nada del misterioso autor. Tampoco se topó con aquel que seguía su rastro.
¿Por qué? Porque aquel hombre no hacía otra cosa que buscarse a sí mismo sin saber que jamás iba a encontrarse.

domingo, 3 de febrero de 2008

Llovía

Llovía. Era en una cafetería. En Madrid. Una mesa junto al cristal. Redonda con dos sillas. Ellos veían pasar a la gente. Gente cobijada en sus paraguas. Cobijada de la lluvia, no de los tormentos que les perseguían a escasos dos metros. La gente les veía a ellos. Los tormentos y angustias de la gente no. Éstos sólo se fijaban en sus víctimas, a quienes seguían a escasos dos metros. A más de dos metros se sentía la pareja, aunque no había distancia que les separara. Nadie supo decir qué les unía entonces. La relación se veía frágil. Frágil como el cristal que les separaba de la gente. Gente cobijada en sus paraguas. Tensión en las palabras. ¿Tal vez un primer encuentro? Segundo quizás. Había cierta confianza. Frágil confianza. Cuatro mesas a su alrededor. Mesas redondas con dos sillas cada una. Los temores, los tormentos, las angustias, la vergüenza de la pareja ocupaban esas mesas. La gente cobijada en sus paraguas no reparaba en ello. Él tomaba té. Él tomaba café. La gente cobijada en sus paraguas no reparaba en ello. Los temores, los tormentos, las angustias, la vergüenza de la pareja ocupaban esas mesas. Mesas redondas con dos sillas cada una. Cuatro mesas a su alrededor. Frágil confianza. Había cierta confianza. ¿Tal vez un primer encuentro? Segundo quizás. Tensión en las palabras. Gente cobijada en sus paraguas. La relación se veía frágil. Frágil como el cristal que les separaba de la gente. Nadie supo decir qué les unía entonces. A más de dos metros se sentía la pareja, aunque no había distancia que les separara. La gente les veía a ellos. Los tormentos y angustias de la gente no. Éstos sólo se fijaban en sus víctimas, a quienes seguían a escasos dos metros. Gente cobijada en sus paraguas. Cobijada de la lluvia, no de los tormentos que les perseguían a escasos dos metros. Ellos veían pasar a la gente. Una mesa junto al cristal. Redonda con dos sillas. En Madrid. Era en una cafetería. Llovía.

martes, 29 de enero de 2008

Ausencia

Hoy le escribo a tu ausencia, ya que a ti no puedo escribirte. Escribo a aquel espectro de pelo azul-incierto, de ojos gris-hielo, de dientes blanco-silencio. A aquella criatura que canta en tu enmudecimiento una ostentosa melodía para hacerme olvidar, que baila en tu quietud una macabra danza para hacerme olvidar. Para hacerme olvidar que aquella melodía pudo ser mía y tuya la danza.
Esa mujer, tu ausencia, está sentada junto a mí leyendo orgullosa estas palabras que te robo a ti para regalárselas a ella.
Me dice que no es celosa porque sabe que si no fueras parte de mi vida ella no existiría hoy.
Me ha mirado a los ojos y he visto tu presencia helada. Me ha sonreído y he oído tu silencio. Su cabello ondea recordándome que ahora todo es incierto.

-¡Márchate!
-Si me marcho vendrá mi ausencia, dicen los que la conocen que es aún peor que yo, créeme.

Sabe que ahora maneja mis hilos, por ello descansa tranquila con su cabeza en mi almohada.

Por fin hemos llegado a un acuerdo. Cada noche, cuando cierre los ojos, ella se marchará y nos dejará a solas. Entonces la podréis ver, bebiendo en los más oscuros tugurios, paseando por los más tenebrosos callejones, con su pelo incierto, sus ojos hielo y sus dientes silencio.

domingo, 30 de diciembre de 2007

Luna

Es la luna testigo de las maravillosas noches de amor
de centenares de amantes pero no de las mías.


Saber que tenemos la luna en común me reconforta. Saber que la luna podría contarme tus más íntimos movimientos me devuelve a la ingravidez. Vago por un cúmulo de sensaciones: unas me acarician, otras se me clavan como astillas que el cariño que nunca me diste extrajo a mi corazón, ahora de madera.
Veo a la luna, reflejada en mis lágrimas, reírse de los amantes que nunca fuimos, que nunca seremos.
Pero la luna se marchará y con ella mis peores sentimientos. Me quedaré solo, tal vez feliz pero solo.
Pasaré el día como el artista que nunca fue artista en vida y en la noche más triste conoceré mi felicidad. Descubriré que añorarte me rasga el corazón en la noche, pero hace que no quiera que vuelva el día en el que no pueda recordarte.

Es la luna testigo de las maravillosas noches de amor
de centenares de amantes pero no de las mías.


Luna ingrávida en un cúmulo de corazones y lágrimas que se ríen de solitarios artistas felices que rasgan los recuerdos de cúmulos de corazones, donde está la luna ingrávida y las lágrimas que se ríen de solitarios artistas felices que rasgan los recuerdos de cúmulos de corazones

Es la luna testigo de las maravillosas noches de amor
de centenares de amantes pero no de las mías.


Me dijeron que en la cara oculta podría encontrarte a ti junto a mí, a mí junto a ti, a los dos siendo uno. También me contaron que nunca podré ver la cara oculta, la cara que oculta tu cara junto a la mía en una única expresión de eternidad. Me dijeron que nunca encontraría la felicidad. Maldita sea la cara que nunca veré, la de la luna y la tuya junto a la mía.

Es la luna testigo de las maravillosas noches de amor
de centenares de amantes pero no de las mías.


Está entre mis planes ahogar la luna en el mar que me has regalado. El mar que mis lágrimas llena cada vez que la luna te devuelve a mis recuerdos. El día que ahogue la luna en mi mar, éste se secará y en la distancia que nos separa reposará la esfera inerte. Ese día podremos juntarnos en torno a ella y ver la cara que nos negaron ver en otro tiempo. Hasta entonces seguiré llenando mi mar para que algún día no sólo sea mío, para que algún día sea nuestro, seco pero nuestro.

Es la luna testigo de las maravillosas noches de amor
de centenares de amantes pero no de las mías.


Una melodía fluye entre tu cuerpo y el mío. Escuchar sus notas bajo la luna es lo más cerca que podré estar de ti. Es la música que nace en la cara oculta y que, al pasar por el mar que nos separa, cobra toda la belleza que llega a mis oídos. Es como escuchar a la luna reflejada en tus ojos, o en el mar que nos separa.

Es la luna testigo de las maravillosas nochse de amor
de centenares de amantes pero no de las mías.